“Le conocí una tarde en una sala de la Facultad de Bellas Artes, el profesor Ricardo Mendoza, me había invitado como alumna libre.
Ahí estaba serio, concentrado. No dejaba escapar detalle. Hilaba calmadamente cada gesto, de la modelo. Terminada la clase, miré su pintura. Estaba plena de colorido, la pincelada certera. ¿Cómo te llamas?, pregunté. Pablo, -respondió- con esa humildad que lo caracterizaba.
Nos hicimos amigos. Solía llegar a mi casa, no importando la hora, con otros pintores, ahí estaba, con su hermosa sonrisa. Prendía yo, la chimenea mientras se corrían los sillones y comenzábamos a pintar y pintar...
¿Cómo encuentras este cuadro, le preguntaba. Horrible, -respondía- no lo expongas...era mi cable a tierra.
En una ocasión debía montar la Exposición de los 125 Años de la Colonización Alemana, en Frutillar.
Fui a casa de Pablo. Me atendió Gilda, su esposa. ¿Podrías prestarme tu marido por una semana? – le pregunté. Llévatelo, me respondió.
Ese día, con mi marido esperando en la camioneta, nos raptamos a Pablo.
En ningún momento preguntó a donde lo llevábamos...
El Alcalde, don Rubén Münzenmeyer, nos dejo en unas cabañas, para nuestra estadía. A las 8 de la mañana, nos recogía una camioneta, para llevarnos a nuestro lugar de trabajo. El primer día era tan ardua la tarea, que nos olvidamos de comer...
Pablo estaba feliz Los objetos antes de tomarlos, ya nos hablaban, emocionándonos. Quise contar esta anécdota porque Pablo, durante una semana trabajó en forma increíble. La exposición fue un éxito, gracias a él.
Tuve la posibilidad de pintarlo.
De pie, un brazo afirmado en un sillón, la cabeza un poco inclinada, su rostro, bello, con esos ojos serenos. Era todo tan armonioso en él, tan diáfano, que temía “quebrar ese momento...”
Tomé los grises prestados al cielo valdiviano, que él tanto amaba, para poder plasmar su Valdivia, así, su pelo, su camisa todo, llevaba el sello, suave, de su entorno...
Soy yo -me dijo- al mirar su pintura. ¿Cómo me pintaste así? añadió. Porque tú no te das cuenta, pero donde vas, dejas algo limpio, rompes esquemas. Estabas sereno, de pie, como si tu andar por la vida fuese tenue, por no molestar a los demás, Pablo...
Se llevo el cuadro. El, que era un maestro, sólo que lo aceptara, ya era un honor.
Vaya desde aquí, mi más sentido pésame para su abnegada esposa Gilda, sus hijos y su señora madre. La comunidad valdiviana está de duelo, pero llevará siempre, anidado en el corazón a un joven pintor que supo conquistar el éxito, con su talento, y que, como los grandes hombres, comulgó con la bondad.
¡Gracias Pablo, te seguiremos queriendo...!
martes, 2 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Estimadas/os colegas siento la necesidad de expresar mi profunda emoción por la pérdida de este artista y persona, nadie pintará como él lo hacia, pero aún recuerdo el ánimo e impulso que me dió para pintar o seguir pintando,. Te agradezco profundamente en mi caso particular. que el altísimo tenga en su memoria tu alma. Alex Felmer
Publicar un comentario